Pensabas que nuestras almas eran infinitas
y en esa infinitud nuestros extremos
siempre se tocarían.
Decías no tener prisa para compartirnos
que no se apagaría el brillo de la juventud.
Pero aquí, a ochocientas islas de ti
intento caminar una y otra vez;
mi cuerpo, circunscrito al tiempo
pasado en soledad, ya no puede
soportar más tus teorías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario