Elijo la claridad,
el intenso contraste
de las casas encaladas
irradiando apretadas callejuelas.
Me adapto a la algarabía,
de la que nunca soy parte.
Aparezco como el transeúnte
que se detiene a observar
y en silencio sigue adelante.
Prefiero esta vida
que me trae y me lleva
con los pies casi
levantados del suelo.
Y pese a todo, me iré alegre
como el agua que brota
limpia de la fuente,
como la llovizna menuda
que no desbarata el rocío.
El cadáver de un gorrión
tendido sobre la hierba.
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